no había nadie.
La gracia eras vos, riéndote de la mugre de mis bolsillos,
sintiéndote igual.
Lejos, a lo mejor. Ir a lo mejor, es decir, encaminarse a lo mejor, a lo que es mejor.
Porque lejos, estábamos mejor.
Sintiéndonos igual,
la fragancia de la carta que nunca abrí inunda las letras y las borró...
¿Me habías dicho algo importante? ¿Me querías, entonces?
¿Nos quisimos, entonces?
¿Nos quisimos?
Porque yo me di vuelta y descubrí
que no había nadie.
Al volver los ojos, se reposaron
finalmente
en hombres robustos comiendo panchos.
Y eso era la gracia.
Respirar profundo y olvidar...
Ah, y atrás venías vos, que llegabas tarde.
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