11.10.12

Historia 2 - III

Cuando empezó mi jornada, todo el clima parecía una predicción de mi futuro. Y era un día como cualquier otro, bien septiembre, bien marcado. La mañana pacífica, el otoño cruzado de brazos en el cielo. Y digo esto por las nubes negras sobre las blancas. Digo esto porque a esas horas matutinas no se puede hacer mucho más que mirar el cielo. La gente no se detiene. Por lo general, es más cerca del mediodía y las tres de la tarde que más o menos se juntan algunas palomas a picotear o solamente vibrar el cuello de una forma esquizofrénica. Y eso me hace feliz, un poco. Pero ese día fue distinto.
Al bajar la vista, solamente podía ver las palomas revoloteando en otros sectores. Paloma: dícese de aquellos individuos/especímenes que visitan la feria. La diferencia se podía percibir, se olía, se palpaba en el aire. La diferencia era que Lila apareció con una gran sonrisa en la cara. Una gran sonrisa en la cara, pasos acelerados; se pasó a mi lado del puesto y me dio un beso tomándome el rostro con ambas manos.
-¿Qué onda?
-Consulté la fecha de mis vacaciones en el trabajo.
-Ah, ¿cuándo?
-Enero, Victor, primera quincena de enero.
-Uh, buenísimo, te podés venir con nosotros -mi entusiasmo no era el mismo porque ese día la venta había sido precaria.
-¡Sí, por eso!
Me abrazó y se excedió en ternura. Me ayudó a conseguir clientes de una forma muy extraña, muy old-school. Pero vendí. Más o menos.
Quiso estar todo el día conmigo, hasta cuando abrí la heladera para descorchar un tinto... Ah, claro, había que festejar. Había que festejar el hecho de que Lila se sumara a la prioridad, al plan, al viaje. Septiembre se terminaba de peinar y dejaba los hilos suspendidos para nosotros; para caminar por la cuerda floja del calor, para empujarnos a un romance innecesario, sellar de alguna forma lo que temíamos correría miles de peligros. Y ella estaba acostada a mi lado, despierta pero no por eso dejó de soñar.
-¿Y si esto es serio?
-¿Qué?
-¿No estaría bueno que sea serio?
-No sé hasta dónde llega tu seriedad.
-Eso se llama pánico.
-No, se llama ser libre.
-La libertad está intacta, Victor.
-Vos querés afecto asegurado y de alguna forma, legal.
-Es que sufrí tanto, y vos me hacés tanto bien...
-El sufrimiento ya está, vos podés ignorarlo.
-¿Con vos?
-Con quien quieras... -pensé un poco más -. Sí, conmigo.
Me abrazó y el sello fue así, bastante serio.
Pero los problemas vinieron en un rápido.

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