La ropa me molesta, hace calor y hace frío.
Me apoyo en la pared, miro ambos lados.
Pasan dos chicles y medio y pum: ahí estás.
Tu rojo y tu pálido, tu bordado sangre.
Te entristece la idea de que no haya refugio en el cielo al morir.
Me preguntás mis estados, me enojo ante el ruido,
me choca la urbanidad y el espacio.
Indumentaria predecible,
voz predecible,
ojos que me buscan,
manos que me encuentran.
Y una sonrisa preciosa al verme llegar.
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