21.12.12

Reflejo

Es un asco este cigarrillo. Es un asco este agua. Todo es gris si leo, todo es lluvia. Ojalá fuese lluvia. Ojalá fuese un infante que no comprende las cosas que duelen y arden y hasta llorisquean un poco pero sí comprende lo banal para esas cosas. Banal como mundano e inútil, no como normal. Banal como los colores, la dicha susodicha de los colores, los sueños en imágenes amorfas y eternas. No puedo despegarme del texto, mi biblia, mi primer amor, mi lucha constante. Me acuerdo de todo y todo es lluvia gris, la lluvia que no quisiera porque es lluvia interior, lluvia que no moja sino que duele y arde y hasta llorisquea un poco. Es un asco el humo, las siluetas que dibuja son tristeza, me revuelvo el pelo en un aroma seco y tosco. No soy adulta, no soy aún la que comprende y olvida, la que sigue, continúa; la que borra y crece más con la herida. No soy nada de lo que quisiera ser, porque todo es lluvia interna y nauseabunda.
Quise ver la luz como el pasaje a la esperanza, el hueco al porvenir, siempre tan lejano inalcanzable, por más que te arrastres por el suelo del túnel cilíndrico medio inundado y estires los deditos, el hueso del codo apuntando al auxilio; ver la luz como la salida a la paz, como el cambio brusco, el escape a lo gris lluvioso y desagradable, para variar un poco. Saborear la gloria en combustible derramado, humo contaminante y es que acá, los peatones, no sobreviven. Atascada frente a un muro infinito de ancho y largo, el reflejo ya pasó y fue oro derrochado. Explicar la situación no sirve porque sufro, porque pienso y recuerdo, porque fumo y leo, leo lagos de letras pero quizás... si leemos...
La vida en esta lluvia interna nauseabundamente gris sería una propuesta muy diferente.

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