Es un asco este cigarrillo. Es un asco este agua. Todo es gris si leo, todo es lluvia. Ojalá fuese lluvia. Ojalá fuese un infante que no comprende las cosas que duelen y arden y hasta llorisquean un poco pero sí comprende lo banal para esas cosas. Banal como mundano e inútil, no como normal. Banal como los colores, la dicha susodicha de los colores, los sueños en imágenes amorfas y eternas. No puedo despegarme del texto, mi biblia, mi primer amor, mi lucha constante. Me acuerdo de todo y todo es lluvia gris, la lluvia que no quisiera porque es lluvia interior, lluvia que no moja sino que duele y arde y hasta llorisquea un poco. Es un asco el humo, las siluetas que dibuja son tristeza, me revuelvo el pelo en un aroma seco y tosco. No soy adulta, no soy aún la que comprende y olvida, la que sigue, continúa; la que borra y crece más con la herida. No soy nada de lo que quisiera ser, porque todo es lluvia interna y nauseabunda.
Quise ver la luz como el pasaje a la esperanza, el hueco al porvenir, siempre tan lejano inalcanzable, por más que te arrastres por el suelo del túnel cilíndrico medio inundado y estires los deditos, el hueso del codo apuntando al auxilio; ver la luz como la salida a la paz, como el cambio brusco, el escape a lo gris lluvioso y desagradable, para variar un poco. Saborear la gloria en combustible derramado, humo contaminante y es que acá, los peatones, no sobreviven. Atascada frente a un muro infinito de ancho y largo, el reflejo ya pasó y fue oro derrochado. Explicar la situación no sirve porque sufro, porque pienso y recuerdo, porque fumo y leo, leo lagos de letras pero quizás... si leemos...
La vida en esta lluvia interna nauseabundamente gris sería una propuesta muy diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
lo que sea que vayas a decir, gracias.