30.1.13

Enero

Algo así como un ciclo
había terminado.
Menos ropa en nuestros cuerpos
y el sudor en la marquita
que nos hace Dios en los labios
antes de nacer.

Y me dije a mí misma
que el verano me iba a dibujar felicidad.
Me lo dije firme
y un poco triste,
ida de vueltas y el celeste en el ventanal.
                                            Amanecía.

El calor no dibujó más
que el aguita en los pavimentos.
                        -¿No estamos medio encerrados?
                        -No, estamos bien acá.

Yo quisiera soltar los corderos...
                        -Cabras, mi amor, son cabras.
...soltar las cabras
para que su verano sea feliz.

El verde en el ventanal.
La pesadez.
El pino meciéndose de lluvia que venía.
                                             contento.

                        -Mirá, gordo, afuera hay un viento hermoso...
                        -Acá estamos mejor.

Hmm, me crucé de brazos.
Mi par de ojos
varados en la pared
                        gris.
Era la tarde perfecta
para arrojarte besos que dolerían
o pasarme un hielito entre las tetas.

La cabra pateó el turbo
y elegiste el hielo.
                        -Porque tus calores son los míos.