27.4.13

Almizcle

Caramelos de sal hechos en Buenos Aires.
¿No me oís? Caramelos de sal hechos en Buenos Aires. Bs. As. Baires. Caramelos. Sal. De.
Te digo que Caramelos de sal. Y hechos en Buenos Aires. ¿Viste los caramelos? Bueno, unos de sal y hechos en Buenos Aires. Como quien dice el Cangrejo Somnoliento. Como quien dice chiste interno que nadie jamás-jamás va a entender, chiste tan interno que es chiste arteria, se ríe una porción del organismo. Y la otra mitad no sabe muy bien qué pasa. Cara de sorpresa, esa sorpresa fiesta que se le genera a uno en el rostro cuando rompen la piñata. Y a mí me tocaron caramelos de sal hechos en Buenos Aires. Ahora puedo separarme un poquito del hoy. Del ahora, del now now, del ya, del famoso conocido celebridad Presente. Puedo porque tengo los ojos recontra abiertos, ya no parpadeo más, ya se me secaron los globos y si los pincho se rompen en mil piezas oculares. Si pincho acá y remiendo allá, si soy como un espantapájaros, si estoy rellena de algodón empapado en quitaesmalte y teñido de un naranja rosáceo con brillantina; y dentro de mí hay un crepúsculo eterno, como ese que se dibujaba al five o'clock tea en James & the Giant Peach, entre las nubes con forma de pancho y tetera. No soy tan así. Pero no es lo mismo dormir a la tarde que dormir la tarde. Nos entendemos, ¿verdad? Es todo cierto.
Si bien las cartas de bienvenida son bastante inservibles, porque la eventualidad es lo que hace a las vidas y a la infinidad de vínculos entre ellas; yo estoy contenta de que la certidumbre asome los colmillos redonditos. Estoy contenta de que mis tiempos estén acomodados por las falanges de una mujer con título de Músicoterapia, sus blusas de bambula o de gasa, tul, estampadas en violeta y celeste, con manga tres cuartos y un elástico fruncido para mantener el vuelo. Su pelo teñido 30 veces terminando en el castaño caoba arrubiado. Y arrugas, naturalmente, patas de gallo porque ella se ríe mucho y muestra la dentadura exquisita. Yo estoy contenta porque esa vieja pendeja es todo lo que no quiero ser pero que quizás se convierta en mí, o yo en él, en ella (mejor en él).
Siempre quise ser varoncito, ahora más que nada, porque ya todas quisiéramos -todas las que vendría a ser yo- tener una pija y poder andar con el torso raquítico al viento y las rodillas llenas de mugre, sentados en el cordón de la vereda, escupiendo porque corrimos mucho, porque somos deportistas, porque nos hicimos un  re quilombo y moretón y este otro pelotudo que me hace calentar y cómo preferiría tener una minita y darla vuelta como una media. Ella estaría rellena de algodón vespertino y la sangre aparte. La pregunta puede ser "¿Por qué?" pero no es, porque la descarto, la empujo a un costadito, como quien barre las migas de la mesa con el borde de la mano. Y después se las sacude sobre cualquier otro lado, creyendo que así se deshizo de ellas, porque contaldequenoesténenlamesa...
No soy varoncito. Ni soy vieja pendeja. Ni estoy rellena de cosas raras.
A veces tengo ganas de irme en un pucho, a veces creo que soy como un pucho. La certidumbre se va trepando al cráneo de las realidades. Y entonces me pongo contenta. Porque así yo sea efímera y dañina y nena y corta y seca y hielo; vos estás ahí esperándome en el auto, jugando a girar el anillo que te queda grande. Y si me puse esto y parezco aquello, si vos sos mi minita de nylon, no pasa nada. Y pasa todo.
Podría morir y los dedos, vienen y vienen y van y se quedan y desenroscan el papel ruidoso, la envoltura de este caramelo de sal hecho en Buenos Aires. Nosotros dormimos la tarde.

23.4.13

Azafrán

se hizo un poco tarde,
no tengo la campera
no tengo la campera
no tengo la campera

tengo un millón de cosas para contarte
me pregunto si vos tendrás siquiera media palabra

es como un caleidoscopio
memorioso, parece
yo me acuerdo de cosas
y el brillo, arcoiris flameante, me arde
el ácido, bueno, a eso voy.

quiero que te acerques un poquito
quiero que digas media palabra,
quiero que... quiero.

yo podría ponerme un delantal
y quererte para siempre;
pero no porque se hizo tarde,
porque estás medio dormido
porque esto y aquello
y todas esas cosas
que no sucederían
si vos no fueras tan gil.

10.4.13

Alzheimer

hubiese estado bien
si no veía la etiqueta
me olvidé cómo era

no me acuerdo de tu cara
supongo que es
porque nunca te miré a los ojos

yo no quiero que sepas
lo difícil que está todo
acá adentro

dejo de ser un motivo
por el cual desperezarse
cada mañana

soy un fondo atrás del fondo
un espacio alternativo
lejos de tus preferencias

me olvidé cómo era
y si el cielo que miraba
no era sino tu ojo izquierdo

bajo una sábana
entre pieles conocidas
detrás de las pecas, un amor fantasma

triunfo de salvaje monstruo
que es el tiempo
sobre mi cuerpo agrietado

quiero ser coloquial
adueñarme de costumbres
ver el cielo en tu ojo

y perderme en una risa
que casualmente no me acuerdo
cómo era.

7.4.13

rata

Ahora se me ocurrió volverme un cadáver exquisito
que gira entre cuatro o tres personas.
Una de ellas apunta a una idea
el resto se inspira en el paisaje que ve.
Pero la de la idea única,
tiene los ojos cerrados (o quizás es ciega),
entonces se enfoca en lo que más permanece:

una rata, blanquecina, ojos rojos y patas rosadas;
el roedor de su presente,
que se escabulle en cualquier recuerdo
y espacio y tiempo.
Su blancura es lo que sorprende
y todos los pares de ojos van hacia él,
roedor hipnótico, más que cualquier constelación.
En la boca del subte se acumulan mujeres
que no gritan ni patalean cuando lo ven
solamente se obnubilan,
y cualquier tiempo es uno solo,
cualquier espacio,
realidad,
emoción,
es todo una misma cosa.
Es ese momento
de ira condensada
que uno no sabe controlar
y que el mundo proyecta sobre el cuerpo
como una gran lupa
y trae consigo
las quemaduras del silencio
y un dolor
que entumece hasta la última gota
de felicidad ya vencida.

Lo que era pétalo contra la nariz,
ahora es acero contra el cráneo.

Y así sería yo, más o menos,
fracciones de momentos variados
y la rata, aleatoriamente
pellizcando mis días.