30.5.12

Recreo 2

Me pongo los mocasines Evan Malloy y abrocho el cinturón sacudiéndolo con firmeza. Me siento un poco Talita, un poco KJG, un poco yo. Algo mío debe haber, más allá de la voz. Y bueno, el miedo adopta formas increíbles y se joroba y se endereza en sonidos y soniditos que salen de mi boca.
Y me dieron ganas de asustar a los demás, de perturbar oídos ajenos, el miedo adopta las formas que yo quiero "ay no, nena, dejá de hacer eso, sacá, sacalo."
Se joroba y endereza en calidad precaria, se apabulla en un rincón de mi pieza, bajo la lámpara del escritorio, mi saliva juega y baila, respiro, tomo aire, silbo, cosas, sonidos, soniditos que salen de mi boca.
 

26.5.12

¿Qué es esto? -No sé (III)

Lo agarré y lo dejé en una repisa, al lado del teléfono. Me cambié la ropa, algo más coherente. Mamá llegó con Lautaro y una bolsa de nylon verde. Me metió charla, yo pensaba en el sobre. Lautaro desplegó revistitas de crucigramas en la mesa, yo pensaba en el sobre. El sobre seguramente pensaba en mí, también; tan inmóvil, tan liso...
-¿Querés que sirva los sanguchitos en un plato, o...? -Me levanté-¿Tenés un platito para poner esto? -Fui hasta la cocina, llevé un plato hasta la mesa -. Porque yo pensé, "compro algunos de más así ya te sobran para la noche", total los calentás en el microondas y listo... Viste que los domingos no hay muchas ganas de cocinar...
-Claro... -dejá de ser tan madre, mamá- igual, creo que sobraron algunos fideos que cocinó Paula.
-Ah cierto, Paula, ¿en qué anda? ¿salió?
-Sí, fue a... -inventá algo, Úrsula -a... Plaza Italia, creo que me dijo- (si le digo que no la veo desde ayer a la mañana, todo se vuelve oscuro).
El resto del mediodía fue igual: ayudando a Lautaro con los crucigramas, hablando con mamá de cosas banales "Chau, hija, cuidate. Llamame en la semana."

Diario: 17 de junio
"No quiero llamar a Ariel. No quiero acordarme más esa escena de la película berreta, porque esa escena nunca existió. Necesidad del hombre de cerrar el círculo, de darle un fin a las cosas, de terminar los ciclos. No quiero que el diálogo con Ariel se me haga necesario, pero tengo tantos chistes en mente, tantas caricias que no sirven sobre objetos o sobre mí misma... El sobre... no... el sueño."

"El sobre..." Me desperté.
Ese lunes me acuerdo que corrí en piyama hasta la repisa del teléfono. Agarré el sobre. Lo abrí sin romper nada. Adentro había un papel arrugado, una hoja amarilla de cuaderno anillado arrancada y garabateada.

"Úrsula...
¿Qué hacés? Nena, ¿qué hacés? ¿Cómo estás? No hay más alcohol acá. No hay videos, se me jodieron todos los VHS. Voy a buscar vino al supermercado. Ya vengo.
Nena, Úrsula, digo: ¿tenés tanto frío como yo? No, quiero decir, capaz estás con un macho. ¿Tenés macho? ¿Tenés un Luigi Bosca? No me respondiste, ¿tenés frío? 
...me acordé de eso porque extraño tus rodillas, siempre tan congeladas. Me acordé de eso y mucho más.

Ahora ya sabés, yo alguna vez fui tu macho.

Úrsula, nena, leé ese "nena" con sensualidad, eh, pensalo. Porque viste, esto es otra onda, otros años. Yo, mirá, no sé, te quiero. Todavía. Y nada sirve, porque acá se me jodieron los VHS. Menos mal que conseguí un tinto. No, digo, vos capaz... estás en otra.
Pero si tenés frío, contestame. Por favor.
Daría muchas cosas, hasta el Malbec que escondo, por entibiarte las rodillas. Vos sabés... Y hace mucho que no nos vemos, ¿no? ya no me acuerdo cuándo me puteaste por última vez. Ni qué me dijiste... ¿habrá sido 'hijo de puta', o 'imbécil'? (a vos te gusta acentuar bien esa E). ¿Ves? Te extraño. Esto es un western sin retorno, nena.
Decime, ¿te parece si...?
Volvamos. Por favor.
Cruzá tus piernas por las mías, Úrsula. Dejame convidarte la copa y la boca; que mientras yo mire las vigas del techo, se aparezca tu cara bien cerca y yo me dé cuenta de que estás encima mío. Y hunda mi boca en la tuya, te agarre de la cintura, te saque ese pulóver que usás vos, ese azul; esa pollera verde y las medias naranjas, ridícula de mierda, yo te quiero tanto.

Estoy borracho.
Patricio."

17.5.12

Recreo

suenan campanas bestia salvaje ahuyenta los ruidos a manotazos el perro pega el tarascón y todo se hunde mi amor todo se hunde seamos sinceros la sombra no es tuya los platos vacíos de tanto raspar con el tenedor la comida que no nos llena si lo que nos llena es el amor y los besos no el puré no el arroz el camaleón se pierde en la rama y la ciencia no tiene fundamentos porque de todas formas con llanto mordiscos y abrazos y lenguas nos queremos igual y vivimos así de una manera ficticia pero a la vez tan real.

13.5.12

¿Qué es esto? -No sé (II)

-Dale, Ariel, ayudame, buscame la bota, tiene que estar por ahí...
-Es domingo, nena, ¿qué te pasa?
-¡Alcanzame la bota!
Me vestí rápidamente sin darle explicaciones. Ariel me perseguía por todos los cuartos preguntándome cosas y riéndose de mi cara, de mi pelo... Domingo por la mañana. Me introduje una gota de dentífrico en la boca, buches de agua y escupí.
-Preciosa -bromeó él.
-Morite.
Le di un beso en la puerta y caminé apurada por el pasillo. Me peiné en el trayecto del ascensor. Hacía más frío que la noche anterior. No sé por qué, lo que más se repetía en mi cabeza era una escena de la película berreta. "Vuelan 3 aeroplanos alineados que se dividen hacia el Norte, el Noreste y el Noroeste del campo. Reneé los mira perderse en el cielo con aires de tristeza. Agita el brazo y saluda al horizonte... 'Fin'. Dirigida por..."
La calle me abofeteó con ruidos de autos y tacos sobre la calle húmeda. Respiré demasiado hasta llegar a mi casa. No pude evitar ir caminando, la mañana era enamoradiza. El desorden me dio la bienvenida: otra noche que Paula pasó fuera de casa. Pero cenó, había un plato con salsa en la cocina. Ella y el vino, ella y el vino... Los desastres, la ropa en montañas en el rincón sudeste del cuarto. Abrí un poco las ventanas, creo que no apareció un murciélago y le puse Tobías porque el microclima de mi casa no es el apropiado. De todas formas, el gato que alguna vez Paula y yo tuvimos de mascota, también se llamaba Tobías. Y mi ex novio también.
Llegué con dos horas de anticipación al llamado telefónico de mi madre.
-Ursu, ¿estás en casa?-("No, mi teléfono inalámbrico tiene gran alcance, estoy en el supermercado de acá, en la esquina...")-Mirá, pensábamos en ir a visitarte un ratito, si querés llevo sanguchitos. -("No mamá, no quiero que vengas, este lugar es un lío, vas a pensar que ya no me alimento y que me vendí a alguna secta y que ya no soy humana y que...")-Tu hermano te extraña, hija.
-Bueno, dejame que limpio un poco y vénganse a almorzar.
Y corrí a guardar la ropa en una gran bolsa de consorcio, a guardar la bolsa en un costado del placard, a ordenar el placard para que las puertas cierren correctamente y a levantar las cajas del suelo para barrer. El baño estaba impecable, cambié la toalla de mano nada más.
No fue sino hasta que acomodé las sillas que descubrí un sobre a un costado de la puerta de entrada, contra el frío zócalo verde, un sobre papel madera.

8.5.12

¿Qué es esto? -No sé.

Las persianas de los comercios lentamente bajaban. Cada poste de luz cobraba vida a lo largo de las calles. Hacía un frío horriblemente dulce. Éramos cuatro antes de que caiga el ocaso. No me acuerdo si era jueves, o sábado, lo único. Nuestras narices rosadas, las mejillas blancas. Cristian era el único con guantes, su aliento materializándose en hielo gaseoso al soltar las carcajadas. Un grupo de niños corría adentrándose en un callejón oscuro. Noche peculiar, si existió.
No tenía sentido salir en parejas, ninguno sentía deseos por el otro, ni siquiera cruzándonos; no había onda, no había celos, no había ganas, no había amor. Tampoco creíamos que debía haber amor, pero era un cine, después de todo. La película había sido un embole; embole que canalizamos en charlas-susurros, chistes a los diálogos, minutos de siesta hasta que empezaron los besos. Ariel reposó la mano en mi pierna, yo me senté en posición fetal sobre la butaca, pero en dirección a él. Quería hablarle, conversar de cosas, comer golosinas con él, saltar o bailar... todo al mismo tiempo. Y ahí, en el cine. Y después de que me tomara del rostro y me besara decididamente, supe que lo que realmente quería, era coger.
Nos tomó un tiempo y unas risas silenciosas ver a Miranda y Cristian besándose también. "Ya está, vayámonos a la mierda, total, la película fue gratis."
Y así nos encaminamos a algún lugar que albergue nuestra calentura. Algo interesante, como para variar.
-Mi casa no, está todo enquilombado, no hay lugar para todos -excusó Miri.
Ariel me murmuró al oído.
-Si querés, vamos nosotros a otro lado y los dejamos a ellos.
-Otro lado... -repetí.
-¿Vamos?
-Miri, dejá, vayan ustedes.
Nos separamos como quien dice, G.E.E.P. (Grupo de Estafadores Efectuando su Plan). Yo mantuve a Ariel tibio hasta que nos decidimos por su casa; caminando lentamente, corriendo de a ratos, esquivándole los besos..., siendo una boluda, bah. Lo abrazaba todo el tiempo y le dije muchos chistes hasta que terminé asustándolo porque me senté un momento en la calle.
-¿Qué hacés?
-Me cansé un poco.
-Vení acá, te van a atropellar.
-Es una cortada, Ariel. Bancá un cacho. Sentate, haceme compañía, dale.
Nos quedamos ahí hasta que escuchamos un auto. Él empezó a correr. La garganta se me llenó de hielo hasta que nos encontramos frente a la puerta del edificio.
-¿Piso...?
-Cuatro, querida.
-Hmm, número par.
-Sos más pretenciosa...
La casa era un desastre, era hermosamente caótica. Una copa de vino nos condujo hasta la cama deshecha. Yo tenía sueño, el frío era terrible. Pero el cuerpo de Ariel, era una cosa de no creer. El sexo era mi único remedio (por no agregar que fue genial); me aferré a su torso de una manera casi insectívora, y ahí me quedé hasta que no hubo más frío. Que fue la mañana siguiente.
-Uh... Ariel, ¿qué hora es?
-Y, más o menos las siete -me hablaba con desdén, vistiéndose al pie de la cama.
-La puta madre...

1.5.12

Sequía

Camaleón, yo no te entiendo.
Vas paseando por la vida como un alma atormentada,
ya no nos miramos más a los ojos;
ya no somos los que éramos, antes.
                           -¿Qué "antes"?
                           -El Pasado.
Camaleón, ya se hace tarde.
Sin tomarnos las manos, caminamos lentamente,
ya no suenan los silbatos de los trenes;
ya nada es lo que era, antes.
                           -Selva mía, nada es "antes".
                           -Si te extraño, hubo un Pasado.
                           -Si te aferras a mi torso como un ancla...
                           -Soy un ancla, Camaleón.
                           -Vamos, hace frío.
                           -¿Volvemos a amarnos?
                           -No, eso era "antes".