29.8.12

XVI

-Úrsula, ¿te parece, estar así? Me das pena, pero no sé... A veces me parezco mucho a una quinceañera vueltera. Pero no soy así siempre, eh.
-Por favor, dejame acompañarte.
-¿Hasta la puerta?
 -Hasta donde sea.
-Nena, no me hagas esto.
Caminé igual.
-Dale, en serio te digo, sabés que yo no tengo problema, pero los problemas no tardan en encontrar algún rincón para hacerse doler, abajo de una uña, entre los pliegues de los párpados o en el ventrículo izquierdo del corazón intangible. Dame una oportunidad para portarme bien, Úrsula, dame una cucharada del remedio ese, ese que te hace querer con moderación.
-Vos no me querés a mí.
-No, no en el sentido que vos creés (y hasta no sé si quisieras). Igual no te dejes confundir: vos no podés mandar en mi manera de querer. No podés elegir ni mucho menos pedir que te quiera. Yo nací antes que vos, yo entendí mejor el juego y me manejo mucho más rápido.
-Te manejás a tu manera.
-Mi manera es mejor que la tuya. Porque yo la pasé genial esa vez y ahora no necesito nada tuyo.
-Hace un rato luchabas con mi presencia.
Empezó a caminar para atrás, yo lo seguía. No era un juego ni mucho menos una imagen cinematográfica: era un desafío y un ring. Se pasó las manos por la cara, extendió los brazos al costado del cuerpo, se crucificó en el aire. Yo empecé a olfatear la humedad. No podía ser, pero era. Yo lo veía disfrutar tanto, reírse como un bufón bajo la máscara de lobo, tener la última carta para rasparme los nudillos o frotarla por la frente amplia. Fácil, cuatro dedos. Eso no lo declaraba inteligente, pero sí era astuto, hijodeputa y más. Yo no le insistí de ninguna forma, solamente caminé buscándole la cintura, porque me moría de ganas de abrazarlo, de darme cuenta que abajo de la remera azul había piel y huesos; caminé para ver qué pasaba, para no perderme ningún detalle de su show, el nene quiere que lo vean haciendo su monería. Así fue, se echó a correr, rodillas flexionadas, impulso y pegó el salto. Se colgó de un árbol, cantaba mientras tanto, cantaba en voz alta: yo caí del cielo para oírte gemir, nena, yo busqué la flecha, la tiré y la partí, contra una pared, nena; enamorado de una pared. ¿Enamorado dije...? Esperá...
Lo alcancé. Sus piernitas colgando frente a mí. Levanté la mirada, quieta, callada ahora. Se bajó de un salto.
-Te quiero, Úrsula.
Me abrazó como un tío borracho, se desprendió bailoteando y silbando. Me invitó a moverme con él, me tomó de la mano y me hizo girar. Cuando volví a verle la cara, me dio un beso. Me dio como quince besos hasta que llegamos a la casa. Abrió la puerta y me dejó pasar como si lo hubiéramos arreglado la semana anterior.Al llegar al caos, él se tendió sobre la montaña de ropa. Otra vez crucificado, pero por sus propias prendas, levantó la cabeza y me invitó. La crucifixión no era algo que a mí me gustara, ni siquiera la ficticia, no representaba nada, no simbolizaba nada. Me senté a su lado.
-No entiendo por qué seguís acá -me dijo.
-Ni yo.
-Sí que lo entendés, vos.
-Entonces vos también.
-Sí, lo otro te lo dije para al menos sueltes un poco todo.
-Todo ¿qué?
-No sé, todo lo que vos consideres 'todo'. Los remordimientos, la angustia, la bronca, la ropa, la piel... el amor bermellón que me tenés. Porque sé que me querés, aunque sea un poco. Al principio, medio que fue calentura, pero después te diste cuenta del insoportable/inevitablemente adorable jovencito que llevo dentro. Y ahí fue cuando caíste, reaccionaste antes de caer, supongo. Reaccionaste y analizaste los reflejos, el amortiguador. Pero así y todo, te diste la cabeza contra el piso. Pobrecita, Úrsula... -me acarició la cara.
Lo miré un largo rato, sin la posibilidad de mesurar su maldad. Lo tomé de las muñecas, le revisé los tatuajes zonzos. Le di un beso en el antebrazo. Fui subiendo hasta la mejilla.
-Mademoiselle... -dije.
-¿Sí? -se tapó la boca e inclinó la cabeza.
-Es usted una muy bella... -le dejé suspenso.
-Puta -concluyó.
-Exacto.
Cogimos arriba de la ropa.

23.8.12

XVI

Me encantó caminar de esa manera, a esa hora, por ese barrio. Muchas veces pensé en volver y llevarme a Patricio porque un poco lo extrañaba y otro poco no. Él había sido bastante forro conmigo, o yo con él, ya no me acuerdo. Capaz éramos tan perfectos el uno para el otro que eso no nos aseguraba estar juntos. Demasiada pareja hace que las cosas se desmoronen y pierdan la gracia y de hecho, eso fue lo que me pasó con él, cada vez que volvíamos a estar juntos... caía en la cuenta de que todo iba a ser igual y demasiado perfecto, al punto de volverse enfermizo. Y ojo, siempre me gustó la movida, pero ya era hora de naufragar por otras aguas: transpiración, sangre, lágrimas y fluidos varios en este arroyo. Y yo ya estaba descalza, el vestido ya era demasiado pesado. Entonces, al cruzar esa avenida, imaginé que salía del arroyo y me encaminaba por el costado, sintiendo la tierra y el trébol bajo mis pies.
Fue sorpresivo ubicarme de golpe y tener dos alternativas: Si sigo derecho para allá, llego a casa. Si me mando una vueltita para el otro lado...
Porque era eso, era lo que quería por caradura y todo lo que me define. Frenesí y margaritas... una ocarina. Seguro que era Wykkë, seguro que la minita es super hippie y estaba de viaje por el norte, la Puna (o el sur). Quizás los dos se entienden bárbaro, se caminan por la espalda, juegan a cosas inventadas por ellos mismos y deben coger de una manera especial. ¿Qué hago imaginándomelos teniendo sexo? Me volví una fetichista. La noche era pueril, yo estaba lista para mandarme por la puerta de cualquier bar.
Pero volvamos, no era eso. Yo quería verlo a Xiu Peter Pan, quería naufragar por otras aguas, quería comer fruta y tomar cerveza. Quería pelar un micrófono y ponerme a cantar y pasar la gorra y con eso ahuyentarme todos los fantasmas del porvenir. ¿Del porvenir? Sí, por las dudas. Uno nunca sabe cuándo el futuro va a desnudarse los dientes y se va a mandar un tarascón al alma de manera imprudente. Porque el doggie del futuro no mide sus fuerzas. Bah, es uno mismo el doggie, creo. Es uno mismo el que se tiñe el pelo si quiere y se perfora la carne o apuesta todo al 21 rojo. Me parece que si entornamos un poco los ojos (como Xiu en pleno análisis físico) vislumbramos el caminito que -tal vez no sea el correcto- debemos tomar. Pero vislumbramos un caminito igual, y según el gusto, se verán en el horizonte postes de luz en la autopista o un pastizal o una cama. Y si nos cabe, seguimos derecho. Quizás hay alguna curva que no nos damos cuenta que está ahí y doblamos igual; pero eso no quita que sigamos con el frenesí y las margaritas. Y vamos, una vez los pies en esa superficie, la seguridad (porque creemos que hay seguridad) nos da un abrazo y los ojos vuelven al tamaño normal. El viaje es divertidísimo y el cansancio/hastío se nota cuando vemos que esos postes de luz o el pastizal o la cama no se materializan nunca, permanecen allá a lo lejos cual espejismo ingrato. Hijos de puta. Eventualmente, dejamos de creer en el destino y en viejas tarotistas. A mí me pasó en la primaria, me pasó que entendí la existencia de lo concreto y dejé de lado ciertos conceptos inventados por el hombre para apaciguar la mente o (atosigarla). Me pasó porque nada cambiaba de una forma u otra. Me pasó porque Papá se separó de Mamá y se fue a vivir con otra mujer. Qué sé yo, esas cosas que sos chico y en vez de reprimir alguna emoción, girás la tuerca y canalizás la bronca por otro lado. Y guarda, eso te hace re malo.
Úrsula, hace casi veinticinco minutos que estás parada en la esquina. Hacé algo. Toda esta nebulosa introspectiva me estaba quemando el espíritu. Era ahora o nunca. Era nunca, o ahora. Entre todos los Ahora (que me pasaban por delante del flequillo y me metían basuritas en los ojos; y así se me fueron 33.758 'Ahora'), un Nunca saldría a la luz o a la oscuridad, era de noche. Los Nunca me recorrían la columna como una gota fría. Pero de cada 100 Ahora, había medio Nunca. Medité, un par de veces más. Le pregunté a la conciencia qué tan estúpida sería si... Pero no recibí respuesta alguna. Quizás algún que otro bocinazo me sacó del duermebella. Quizás debería meterme en un zoológico y liberar a todos los animales. Porque a fin de cuentas (esto más aquello, dividido por eso, asimismo el resultado multiplicado por esto, menos algo... da por resultado...) eso era lo que yo quería hacer conmigo misma: liberarme. ¡Nebulosa introspectiva, ¿por qué mejor no me lamés suavemente la vulva?!
Me precipité a cruzar en verde y doblé, doblé y le di; y al darle, di con la plaza. Claro que yo venía del otro lado, el tobogán estaba lejos de mi vista. Entonces seguí costeando la vereda, me limpié la boca con el puño de la camisa, por las dudas. Engullí un chicle que encontré en un bolsillo y suspiré... Ahí estás... agazapado, volvió la máscara de lobo, estás fumando faso... y descalzo. Qué lindo que sos, ¿dónde estuviste toda mi vida? ¿Dónde se escondió tu figura mientras yo me hamacaba en brazos y piernas incorrectos? Bah, vos también sos incorrecto, vale aclarar. Y pensar que yo me comí a ese bomboncito. Y se regeneró, de entre las sábanas, la piel transitada por manos y bocas, el placer. Se regeneró y realmente, sos un nene, Xiu. Te dicen Peter Pan por eso, he de suponer. Te dicen Peter Pan porque no les debés haber dado un nombre concreto. No sé cómo las madres confían en vos. ¿Te las garchás a ellas también? ¿Y Wykkë qué opina de todo esto?
-Hola Xiu.
-Ey, ¿qué hacés? ¿Todo bien?
-Sí.
-Linda camisita.
-No es mía.
-¿Qué? ¿Te escapaste de casa ajena?
-Sí, pero no viene al caso. Bah, sí, pero la camisa no tiene nada que ver.
-Ah, estás siendo bastante nómade. ¿Te estás llevando algo de cada lugar que visitás? Me pregunto qué te llevarás de acá...
-Tenía pensado que si te veía, me llevaría tu calzado, pero visto y considerando que carecés de ello...
-Ah, sí, lamento informarte que alguien se te adelantó.
-¿Te robaron?
-Sí. Se los tragó mi cama.
-Hmm-me extasié-, extrañaba hablar con vos.
-Yo extrañaba el calor, ¿no te pasó?
-A veces podés ser bastante forro con la gente que te dice algo lindo.
-Extrañarme es malo, nena, pensé que ya lo sabías. Y que venías acá a cagarme a trompadas precisamente por eso.
-De nuevo, extrañaba hablar con vos.
-Yo extrañaba el calor, ¿no tuvimos esta charla, ya?
-¿Y tu prima?
-Se murió.
-Dale...
-Se fue a la casa de los tíos.
-¿Ahí estuvo antes de aparecer?
-Aunque no la veamos, ella siempre está -cantó.
-¿Vive con vos?
-Vive. Punto.
-¿La querés?
-La Sol Do Mi Re. Punto.
-Extrañarte es malísimo.
-Ahora ya fue, te vas a morir joven.
-Como pasó con Wykkë...
-Se llama Patricia.
-¿En serio? Mi ex se llama igual.
-Nah, te mentí. Ella es Wykkë. Me gusta que analices y uses la cabecita. Te hace linda. Aunque no nací para ser poeta, ergo, nada puede hacer que me gustes. Vos deberías leer el diario y desayunar temprano con vajilla de porcelana. Vos deberías casarte con un Lord y maravillarte ante su saliva noble. Deberías cepillarte los dientes ocho veces al día, porque vivirías chupándole la pija... -se rió-, bueno, lo intenté. No puedo ser poeta, siempre me voy al carajo.
-¿Querías ser un poeta para que yo te guste?
-Quería ver qué onda, pero ya te dije, no se puede.
-Y, no. Porque ya tenés una noviecita.
-Pero yo quiero estar con vos, un rato. Un buen rato.
Me sonreí.
-Y acá estamos, ¿no?
-No -permaneció serio-. Me apena decirte que todo esto no es real, es solamente parte de mi alucinación. Ahora te convertís en un caballo y te vas galopando por el medio de la calle, harto de calor. Hasta que encontrás un oso panda y te lo culeás.
-Xiu...
-¿Qué?
-¿Por qué no nos conocimos antes?
-Porque yo soy un hijo de puta.
-No, no es culpa tuya.
-Nunca dije que lo fuera.
Suspiré. Ambas manos en la cara, sosteniéndome la cabeza. Los codos en las piernas.
-Me gustás demasiado, ya.
-Una pena -se levantó -. Voy a rezar por vos.
-Bancá...
Lo agarré del brazo y lo miré fijo. El pelo prolijamente desprolijo. El cielo en nuestras manos. La noche ya sabía decir "Mamá" y gatear. Me iba a pasar por encima. Ese instante, negriazul, la inocencia que no nos caracterizaba, todo se encerró en el frasco de sus ojos. Casi para siempre en un iris grisáceo. Ese instante, juguetón, se congeló y se volvió sus brazos delgados, los tatuajes zonzos, la permanencia de la tinta bajo la epidermis. La permanencia de su presencia bajo mi piel. Ya había pasado tanto tiempo y yo perseverando. Quizás la pasó como el orto aquella vez. Yo quería averiguar tantas cosas, nada tenía sentido. Lo solté.
 -Me voy a mi casa -dijo.
-¿Te puedo acompañar?

19.8.12

XV

El 133 fue un viaje divertidísimo. Patricio sacó de algún bolsillo interno del saco una pequeña petaquita y oh me, oh my, hacía mucho que no me reía tanto. Recuerdos de las bandas sonoras de los VHS y manosear la montaña de pasado que teníamos él y yo culminando el último tramo del viaje pensando en el después, en el futuro. Le conté de la película berreta que vi una vez con los chicos, le conté de Miranda y Cristian, del tiempo que hacía que no nos reuníamos todos juntos. Los extrañaba. El corazón tambaleó en un precipicio cuando me enteré que Ariel estaría ahí. Negra, cambiemos, seamos de otra nacionalidad, de otros pagos. No sirve que nos besemos como de costumbre, pero tampoco sirve el cambio, si te ponés a pensar. Nos tenemos que bajar ahora, mirá, esa pareja se está peleando, caguémonos de risa. Pum. El cambio del bondi a la calle. El silencio. Ya no hace tanto frío, estamos en agosto. Me gusta que caminemos así, apurados, como si llegáramos tarde. Es que estamos llegando tarde, Úrsula, si no nos hubiéramos demorado tanto en mi casa... Acá es.
-Pero Patricio, esta es la casa de Luján.
-Sí.
-¿Qué hago acá yo?
Se sonrió.
-Patricio, vos sabés que ellos me odian, tienen la peor impresión de mí, dicen que soy la Perra que te dejó el corazón con agujeritos. Ese día estaba borracha y los puteé a todos en una laguna de honestidad brutal. ¿Por qué me trajiste acá?
-¿Te parece, peleas maritales ahora mismo?
Abrieron la puerta. Mi cara: furia eterna. Intenté cambiarla lo más rápido posible. La velocidad suele ser bastante hija de puta. Luján estaba chetísima como siempre: vestidito floreado, las medias azules, zapatitos modernos, el saco mangas 3/4 de hilo verde. Asquerosa, como ella sola. La sonrisa le rajaba la cara, el brillo labial parecía flujo y la mano cruzada en la puerta me aseguraba que no me iba a dejar entrar. Pero la Luján Careta is the shit. Tenía ganas de dialogar con ella.
-Llegaste, Pato. Y trajiste a alguien.
Saludé.
-¿Qué te trae por estos pagos, Úrsula?
¿Qué me trae por tu zona residencial grasa...?
-No sé. Patricio me invitó.
-Me dijiste que podía traer a alguien, no me vas a decir que no ahora. -justificó.
La sonrisa alienígena se tornó forzada. Suspiró profundo y dijo:
-Pasen.
Caminamos ese pasillito de ladrillos a la vista, hasta el patio. Estamos en agosto, pero sigue haciendo frío. Ah, hiciste un quincho en el patio, Luján. Mirá qué lindo. ¿Lo pagó tu papá? Uf, Ariel está tomando una birrita con todos esos. ¿A cuántos hombres invitaste? Seguro las chicas están ocupándose de la cocina, ensaladas y esas cosas. La voy a pasar muy mal. Apenas vea el pasillo libre, me escabullo.
Saludé a todos, no sé cuántos; efectivamente, las minitas estaban poniendo la mesa y sirviendo cosas en platos con escarbadientes y decoraciones burguesas. Todo esto lo compraste en un shopping, te querés hacer la rara, la moderna, Luján y no te sale ni un poquito. Ay, sé tan bien que te criaste en el Conurbano y lo más concheto que conociste en tu adolescencia fue Ramos Mejía. Y odiabas a todos esos en la secundaria, Luján, los odiabas a esos que iban a bailar los jueves, a ver a minitas desnudas y empastillarse. ¿Te pensás que no me acuerdo? Yo era la normal, con el grupo de amigos normales. Ariel estaba ahí, el que salvava todas las materias con siete pero se esforzaba y eso hacía que las profesoras le pongan un ocho. Vos eras la popular que después todos se dieron cuenta, era re falsa. Pero cómo cambiaron los tiempos. Después te empezaste a hablar con Miranda y así con todos nosotros. Un día fuimos a bailar todos juntos. Yo estaba de novia con Patricio. Qué horror, ese día hicimos previa en lo de Cristian. Ese día yo me emborraché y me enojé con todos y los odié y les dije por qué los odiaba. Vos te cagaste de risa, sacaste un par de fotos. Y mi grand finale: Me fui a tomarme un bondi antes de entrar al boliche. Y no aparecí nunca más. Me mandé un par de puteadas hacia el grupo, todos malinterpretaron que dejé a Patricio en las peores condiciones y así pasaron... ¿14 meses, será? Ahora debés estar careteándola para volver a tener amigos "Miren, Lujancita cambió, soy buena ahora. Y tengo plata. Los invito a un asado en casa."
Todos conversaban de cosas políticas, deportivas, hasta biológicas. Yo no me despegué de Patricio.
-¿Qué te pusiste, Úrsula?
-Ah, es una camisa de Patricio, me la prestó.
-Hmm... original...
¡Decí que te da asco, decilo, decí que me odiás, que no querés que esté acá! Decilo por favor, así me puedo ir tranquila. Decilo así el clima se afloja un poco y todos nos sacamos las caretas y nos movemos con mayor tranquilidad. Yo me encargo de que todos me digan la posta y dejen de forzar tanto la sonrisa y el mood todo marcha sobre ruedas. Sabemos muy bien que la situación se tambalea en un monociclo, pobrecita. Dejemos. Podríamos comer en paz así.
Lástima que no me quedé a comer.
-Patricio, me quedé sin puchos.
-Tomá...
-No, me voy a comprar unos.
-Estás loca, el único quiosco está a un montón de cuadras.
-Patricio...
-Ah, te querés ir. Bueno. -me saludó.
-No puedo creer que seas tan careta.
Me levanté a pedirle a Luján que me abra la puerta. Contentísima fue. Ni la saludé. Le dije que iba a comprar puchos.
-Posiblemente no vuelva.
-Mejor, querida.
-Sos una hija de puta, ¿sabés?
Y me fui.

14.8.12

XIV

¿Qué iba a hacer? Ya se había secado todo, en medio de un desierto violeta, o gris. Parada en la cima de la luna pero, ¿cuál es la cima? La no-cima quizás, no sé, me encerré en casa para vivir el mismo aire. Seco, todo seco. Está bien que al menos no llovía, pero esta vez, lo necesitaba; me hundía en plena sequía, me deshidrataba de paranoia y me envolvía en pasajes de libros que en algún momento de la tarde vana me digné a leer. No era tristeza, no era bronca, era quietud. El sedentarismo y la joroba del camello tapándome el sol y dándome frío. No llamé a nadie, solamente a mamá para esto y aquello, que estoy bien y esas cosas. No, Paula se fue a trabajar ¿Y vos no trabajás? Estoy en el trabajo, má. No viene nadie casi, ahora sale un poco el sol. La gente cuelga la ropa y que se seque tranquila en el patio, en la terraza. Si alguien te la roba, si esa toalla que creías favorita desaparece, bueno, allá vos. No quiero salir, estoy bastante bien en casa, se me ocurrió hacer limpieza profunda y tirar un poco de chirimbolos que sobraban. No, qué sé yo, me agarró la loca y empecé a limpiar. No, entonces si Lautaro está haciendo la tarea dejalo, dejalo que termine. Porque iniciar algo implica terminarlo, no dejarlo por la mitad, ¿no? No sé, no sé ni qué digo, tengo mucho sueño. Andá a saber, cansancio acumulado, en algún momento me iba a atacar. Bueno, hablamos otro día, má. Un beso.
Lo productivo es que me ahorré muchos viajes en bondi y en meriendas truchas en esa plaza quemada. Porque seguramente ahora se convirtió en cenizas, es más, me la imagino en llamas y muchos animales salvajes (por qué no dinosaurios) correteando alrededor. Me imagino muchas cosas cuando me deprimo. Úrsula. Sí, alguien dijo mi nombre, alguien me llamó, y yo me di vuelta y nada, miré para todos lados y nada. Úrsula. Bueno, cortala, ya entendí, me estás boludeando. Úrsula. No me voy a dar por aludida. No me jodas.
Entonces sentí un dedo en la nuca.
-¿Qué hacés?
-Voy para casa, vos, ¿qué hacés acá?
-No sé, vine a comprar un libro pero no me alcanza. Entonces, se me ocurrió que compartiéramos un café.
-No quiero café.
-Entonces estaría bueno que me observes tomar café.
-¿Para qué?
-Para sentirme una estrella, para estar un rato ahí y que el lugar parezca una pecera.
Caminamos un rato hasta la esquinita, los arabescos dorados porteños y la pesada palabra CAFÉ en la puerta. Nos sentamos, la mesa cuadrada y las sillas barnizadas, con ese respaldo del que inevitablemente la campera se resbala. La dejé en mi espalda, arrugada a la altura de la cintura. Él, enfrente mío, por supuesto. Efectivamente, se pidió un cortado. Sus aires de normalidad me molestaron como a la vez me calmaron. No quería estar ahí, pero a la vez fantaseaba con que ese rato dure bastante.
Chocó la taza medio llena (medio vacía) con el plato. Me harté y hablé.
-¿Por qué estás como si nada?
-¿Como si nada qué?
-Como si nada hubiera pasado. Como si yo no me hubiera ido esa mañana y te hubiera dejado otra vez.
-Ya sabía que te ibas a ir. Es más, te dejé la puerta abierta.
-¿Querías que me vaya?
-Quería que hagas lo que se te cantara. Capaz yo quería estar un poco solo, también.
-Entre el chiqui-chiqui-chiqui del cepillo en tus dientes y el picaporte de la puerta de entrada debió haber habido un beso.
-Debió... pero ya está.
-Y contame, ¿estás saliendo con alguien?
-No... pero eso me dice que vos sí.
-No, al contrario. Estoy solísima. Estoy... qué sé yo, triste.
-¿Triste?
-No sé, intenté transgredir tantas veces y romper mis propios límites o llevarle la contra a mi propio espíritu que... ya todo perdió gracia, como si el relámpago durara un minuto y mis ojos lo miraran constantemente brillar y mostrarme que todo se deteriora, todo se... termina en algún momento.
-Avalancha de lágrimas, decís.
-No, ya ni siquiera eso. Es una sequía incesante.
-Te conviene; aunque cumple con la ley de que siempre queremos lo que no podemos tener.
-Es como si hablara con mi conciencia.
-Vos no tenés conciencia, Úrsula, la echaste a patadas hace rato.
Le sonreí. Quise estirarme para darle un beso o un mimo o algo... quise nomás.
-¿Ves? Somos un espejo, Patricio.
-Bastante pequeño, diría yo. Nos reflejamos pocas cosas, detalles, pequeñeces.
-Pero son las más importantes. Al menos para mí, ahora.
-Estás triste en serio, eh.
-¿Me llevás a algún lado?
-No, tengo que ir a lo de un amigo, hace un asado en la casa. A menos que quieras venir. Capaz te copa Barracas.
-¿Van a salir después?
-No creo, son bastante domésticos esos perros.
-Estoy que vuelvo del trabajo.
-No importa, bah... te dije, capaz no querías venir.
-Me estás queriendo llevar de todos modos.
-Ya sabés por qué.
La servilleta -de esas que no limpian nada, que no sirven para el resfrío, que hacen ruido a papel glacé, que tienen un borde azul, que...- dibujó un arco invisible en su boca y pagó y nos levantamos. Se me dio por esperarlo y seguir sus pasos, para ver qué onda. Mientras pensaba en lo idiota que soy o en lo dulce que es la vida conmigo. Patricio es más ágil que yo y, obviamente, más hombre. Al verme esperarlo, quieta, avanzó en mi dirección y accionó como si eso fuera lo que yo esperaba: me dio un beso rápido y habitual.
-El beso que nos debíamos.
Estoy segura que los demás que nos vieron en ese café deben haber pensado que éramos pareja o nuestra primera cita. La gente es así, es pelotuda.
Para variar, pasamos por su casa. Agarró algo de plata, lo vi cambiarse el abrigo y se me ocurrió decirle que sí, que lo acompañaba y que la pasaríamos muy bien. Se me ocurrió demorarlo un rato charlando de las banalidades de la vida, dándole besos esporádicos y de duración indeterminada, abrazándolo mientras se miraba al espejo o hacía un poco de orden. También le pedí prestada una camisa. Qué sé yo, a lo mejor yo quería hacerle creer a la gente que Patricio y yo éramos una pareja disfuncionalmente estable.
Porque al fin y al cabo, lo éramos.

10.8.12

Recreo 5

En el espacio, danza poco concreta.
Umbral de la casa, escalón de mármol.
Pero es el lago de preguntas, se ven figuras deslizarse.
¿Qué es...
               aquello
                          que nos rodea?

Miscelánea, escamas niebla.
Híbridos yuxtapuestos.
La salida del bar, los pasos cruzados donde te vi por última vez.

Y dejaste el tubo colgando, bajo la luz roja.
¿Y dejaste atrás una estela
de niebla que me hace toser?

Danza lenta, quizás cortejo.

Tenías que desvanecerte.
Ahora te busco en rincones,
huecos acuosos,
el ladrillo inevitable
y el beso intermitente.

Murmullos amurados;
¿y qué saben ellos, eh?

La muerte es pegajosa,
tras juncos sensoriales.
Agazapada, espera.

Yo no sé,
la niebla -tu presencia.
El amor que no es nuestro.
Danza que busca alcanzarlo,
en el cuarto crecen árboles.

Agazapado.
Niño eterno.
Estamos lejos, jugando
a eso que pensábamos,
sería tan fácil.

La calle con sus labios húmedos,
el cuerpo del no-cuerpo y la mente y el ser.
Hundida frágilmente en tu espíritu,
la muerte asecha y tal vez derrote.

Sauce empecinado en llover malos recuerdos,
me sumerjo más
para ser parte de algo
que no es mío, ni tuyo.
Pero a la vez es nuestro
y está en el aire;
aunque en verdad...
nosotros le pertenecemos.
Agazapados,

La niebla,
la muerte.

5.8.12

XIII

Qué sé yo, la vida es tan sencilla... Mi laburo, Paula, mamá. Todo es tan fácil. El amor, el desamor, la lujuria. El ir y venir de pasear en bocas ajenas, bocas que no son correspondidas; las bocas equivocadas, bah. Qué sé yo, Úrsula, dormí un rato, date una ducha, leé un libro. Podés saltar, podés tirarte en el sillón. Podés hablar con tu amiga, Paula, y sus chicos R... Podés ir a visitar a tu mamá, hablar con tu hermano, caminar por la vereda. Podés ser linda, podés arreglarte y salir a una feria. No, no podés. O sí, capaz sí. ¿Qué hacemos al final? ¿Qué se hace cuando podrías hacer muchas cosas, entre ellas 'no hacer nada' y sin embargo... optás por eso que en ningún momento se te cruzó por la cabeza?
No sirvo para estar sola.
"La mujer saluda al horizonte... Fundido en negro... Elenco..."
Fui a la casa de Ariel. Le hablé de muchas cosas. Le dije mil mentiras: que quiero estudiar, cambiar de trabajo, viajar -porquéno-, descansar diferente, hacer alguna disciplina artística. Lo abracé mucho, pero nada más. Fui entendiendo. Tomamos mate, ma-te. Me fui al anochecer.
Ese domingo amanecí tempranísimo. Desayuné dietéticamente, me bañé y esas cosas. Al poco tiempo, almorcé. No me arreglé mucho. No me cargué las expectativas en el bolso. Pero me tomé el bondi igual, y fui a verlo a Xiu.
Eran las cuatro y media, calculé que aparecería con los niños más o menos a esa hora. Calculé mal. Calculé pésimo. No tuve en cuenta la posibilidad de que Xiu no aparezca. Qué sé yo, la vida es tan sencilla, algunas cosas se van de las manos. Algunas se quedan y se humedecen con el tiempo, la transpiración. Y así se estropean. Creo que lo lindo de Xiu, esa vez que me quedé en su casa, fue la espontaneidad. La maravilla oscura, la música, la ocarina, el desorden. Pero algunas cosas se van de las manos. A mí se me pasó el hecho de que la presencia de Xiu sería demasiado efímera. Pero Úrsula es terca. Úrsula no entiende. Úrsula es humana (y es mujer, pero no va al caso, machistas de mierda). Le di otra oportunidad. Lo busqué en el tobogán el viernes a la noche. No estaba. Lo busqué el domingo a la tarde. No estaba. Busqué y fantaseé con esa máscara de lobo a más no poder. Úrsula tiene miedo, vergüenza. Pero también es impulsiva... pero no le gusta quedar como una mochila llena de piedras. Y a todo esto, hay que sumarle lo que equilibra la balanza y revuelve el ser terca y todo eso...: creo que me enamoré de Xiu.
La desesperación a veces es invisible, pero está. La preocupación... ah... es una palabra demasiado grande. Así que mi tiempo nulo lo acumulé ese domingo. Y lo fui a buscar de nuevo. Cinco de la tarde, no estaba ahí. Seis, seis y media. No. Úrsula terca mode on. Fui hasta la puerta azul. Puerta azul. Graffitis pequeños en tinta negra y rosa. Gaseosas volcadas en rincones. Comida chatarra en la persiana de al lado. Paquetes de golosinas, colillas de cigarrillos. Golpeé. Al minuto vi que una minita venía en mi dirección por la calle. Se paró al lado mío. Tocó la puerta también. La minita tenía una pollera larga violeta, unas botas verdes y abrigo tejido. Un bolso cruzado en el medio de las tetas. Pelo largo, despeinado, acomodado así, improvisadamente. Castaño claro, la piel... dios mío, la estaba mirando demasiado.
-¿Buscás a alguien?
-Eh, sí, vine a ver si estaba Xiu.
-¿Quién sos?
-No vivo por acá, pero...-inventá algo, Úrsula-, tengo entendido que Xiu cuida chicos, en la plaza. Yo tengo un hermano, lo traje una vez a la plaza y se divirtió muchísimo, por eso...
Abrió la puerta. Los tatuajes zonzos en los brazos, en el torso. El collarcito macramé. Estaba con las costillas al viento. Se apoyó en el marco de la puerta. La minita se abalanzó contra él, le dio un beso bieeeen profundo. Xiu la dejó pasar por el costado, ella pasó acariciándole la cintura y sonriendo. Él también se sonrió y volvió el rostro hacia mí. La sonrisa se le fue apagando. Me miró fijo. La minita le dijo algo al oído y él "sí, sí". Quedamos él y yo.
-¿Esa es Wykkë?
-¿Qué hacés acá?
-No sé, tenía ganas de verte, pero parece que pensé mal.
-El "no sé" es para alivianar, supongo.
-Me habías dicho que no tenías novia.
-No tengo.
-Tiene pinta de conocerte hace tiempo.
-Es mi prima.
Me reí. Él no cambió la seriedad de su cara. Me tragué la tristeza o eso que sentí que fue horrible. Traté de hacer que desaparezca. Continué con la risa, de una forma sutil.
-Me lo hubieras dicho, yo no tengo problema.
-¿Decirte qué?
-Que estabas saliendo con alguien, que estás en otra. Me lo hubieras dicho desde un principio.
-¿Para qué?
-Para que yo no me ilusionara.
-Pero yo la pasé bien con vos... mirá, es más complicado de lo que parece.
-Entonces prefiero no estar involucrada. Te dejo tranquilo -. Simulé saludo militar -Chau, Xiu.
Atiné a irme. Me agarró del brazo. Me miró (todavía serio), me clavó un beso muy lindo.
-Chau... -me dijo.
Y cerró la puerta azul. Y qué sé yo, lloré. Pero la vida es tan sencilla...