30.11.12

Personajes V

Autobicicleta autografiada por autómatas: la familia

-¿Qué vamos a hacer?
-Vamos a visitar a la abuela.
-¿Por qué? ¿Está sola?
-Sí, ella se siente muy sola y se aburre.
-Para mí la abuela es aburrida.
-¡Pendejo desconsiderado! La abuela ya es una persona mayor, ya no juega y no mira dibujos animados.
-Cuando se es grande, ¿no se hacen esas cosas?
-No, cuando se es grande se hacen otras; se coge y se mira el noticiero.
-¿Y eso vamos a hacer con la abuela?
-¡No seas imbécil! ¡Por supuesto que no!
-¿Y qué vamos a hacer?
-Vamos a charlar un poco con ella y a pasar la tarde en su casa.
-¿Así la abuela se siente mejor?
-Claro.
-¿Y de qué vamos a hablar?
-De cómo está la vida, cómo solía ser y cómo creemos que será.
-Eso es aburrido.
-Si querés, vos podés jugar en el patio.
-¿Puedo jugar a Los Piratas de la Isla Mocoretá?
-Sí, no veo por qué no.
-Eso es divertido. Buscar un tesoro es divertido.
-En la casa de la abuela se puede hacer eso, hay un tesoro escondido.
-¿Lo esconde la abuela?
-Exacto.
-¿Y qué es lo que esconde la abuela?
-Mucho dinero.
-¿Ya no lo quiere?
-Así parece. Pero lo escondió porque no quiere que otros se lo roben.
-¡Yo no se lo robaría, estaría jugando!
-Exacto, hijo mío, sólo vas a estar jugando. Jugando y nada más...

27.11.12

Personajes IV

El puente estaba clausurado hacía tres años ya, desde aquella monstruosa vez en que Alberto Ibarra decidió quitarse la vida de un salto y reventarse la cabeza contra el pavimento. El municipio colocó un alambrado que envolvía al puente como una sábana metálica para que a nadie más se le ocurra volar; y a los pocos meses, una reja en las escaleras impidió el acceso. El Intendente, en una cena pasada de vino, explicaría entre hipos: "Ya está, les prohíbo que pasen, directamente. No entra nadie y así no me rompen más las pelotas."
Entonces el tiempo oxidó los alambres y la Naturaleza propagó enredaderas que cubrieron casi todo el puente, que pronto pasó al olvido, al igual que Alberto Ibarra.
El puente estaba clausurado para todos los ciudadanos; pero no para Russel. Él tenía un escondite al que accedía todas las noches; por el costado de la escalera, atravesando la porción de alambrado que había removido minuciosa y disimuladamente. Las plantas tapaban el techo y las paredes, a excepción de una pequeña parte, escondida para la vista externa.
Russel iba allí todas las noches; los linyeras mantenían el secreto de que ese era su lugar. Hasta fue colocando una silla de playa para estar cómodo, un baúl donde guardaba binoculares y latas vacías; algunos diarios sobre la silla y dos linternas que colgaban de los apoyabrazos. Ahí se sentaba e invertía su tiempo. Las luces naranjas hacían que todo se viera más interesante. Y él, sentado ahí con sus ojos saltones, los dientes amarillos, el pelo grasciento; un cigarro en la mano hábil, sostenido por las falanges desnudas y mugrosas que asomaban de los guantes mitones deshilachados. Lo importante era ver la autopista moverse y ser de los autos y de los materiales urbanos. Él, un simple espectador de todo ese show, observando a los autos ir y venir como relámpagos o estancarse los domingos al atardecer, peleándose entre quejas vehiculares. Si tenía suerte, presenciaba un accidente y eso, según Russel, era lo mejor que podía pasar. Un discman al que conectaba unos auriculares musicalizaban la escena; por lo general era clásico, y si el accidente ocurría, la música era el accesorio especial, volviéndolo dulce y satírico. Mientras veía las ambulancias llegar y la caravana ralentizarse; reflexionaba y llegaba a la conclusión de que tales máquinas como los autos, habían sido fabricadas con ese fin: el de colisionar unas con otras y despedazarse. Entonces el show era un verdadero lujo: la Tecnología desbordándose de la Inconsciencia del Hombre, y Russel aplaudía, saltaba en su silla y rogaba ver más.
Así se iba una noche y cuando el cielo clareaba, salía del puente sin ser visto y volvía a su casa a descansar.

24.11.12

Caracas

Seamos de una sola cáscara,
el vino en los manteles.
Seamos de una sola piel,
de besos, de nueces en la tráquea.

"Un pez de dos colores
pero el mismo pez.
¿No es maravilloso
ser uno a la vez?"

Yo no sé,
no comprendo las cosas.
No sé,
pero creo
(no sé, fijate),
me parece,
me da la sensación
que yo,
mirá,
yo...

Yo te amo.

20.11.12

Historia 2 - IV



Cuatro meses más tarde

  Arreglamos para encontrarnos en un punto medio. Todos saldríamos desde la casa de Hugo. Los bolsos entraron cómodamente en el baúl. Eran las tres de la mañana. Se había levantado un viento hermoso. Sabíamos que en la ruta estaría más fresco.
  Decidí quedarme callado incluso en el viaje. En el auto se estaba cómodo aunque un poco oscuro. Me limitaba a mirar la negrura de afuera por la ventanilla y de cuando en cuando desviar mis ojos al escote de Lila. Al pasar por las luces, los rostros se iluminaban por un momento y la escena tomaba color. Pero, ¿quién quería ver esos rostros? Todos en el fondo, mientras mirábamos al frente, anhelábamos volver pronto a la oscuridad de la ruta y dejar atrás el recuerdo fotográfico de tres cuerpos quietos en el asiento trasero, tres cuerpos aparentemente vacíos tras una luz en postes con teléfonos SOS. No fue sino cuando cerré los ojos que comencé a sentir que todo se me hinchaba: las cejas, los brazos, los hombros. Todo adquiría formas colosales y el corazón me latía más rápido; era la sensación de adrenalina, de vértigo. Luego los miembros volvían a su tamaño original aleatoriamente, algunos bajaban y otros se daban lugar para seguir hinchándose. Era la náusea o el dolor de cabeza. Quizá el cansancio de tantas noches interrumpidas. O el silencio y la paz que deseaba fervientemente reinaran en mis oídos como flautas en la ventana. Mi mandíbula tiesa, mis ojos cerrados. No quería despertar. Algo me zumbaba cerca de los párpados y una voz susurraba que era tarde. Ya nada podía ser más tarde de lo que era: un instante infinito y nosotros atrás, como un relámpago frío que vibraba sobre las ruedas traseras. El auto se detuvo. Mis sensaciones colapsaron y cesaron frente a la quietud. Lila se movió, Ernesto seguía callado. Afuera el frío era atroz, tan atroz que lastimaba; teníamos suerte de viajar. Abrí los ojos lentamente. Una barrera. Y ya era de día, la mañana se levantaba mansa frente al auto. El tren pasó y nosotros nos acomodamos en nuestro sitio. Supimos que quedaba poco. Unos gritos viejos que resonaron en nuestros oídos (yo sé que nos pasó a todos) nos puso algo nostálgicos quizás, y Rudy empezó a hablar:
—¿Les parece dejar el infantilismo del voto de silencio? Ya estamos llegando… —Su voz sonó como mil vidrios cayendo al suelo.
  Le siguió Ernesto con un “sí” poco convincente; Hugo, mutis. Pero Lila se animó a contradecir.
—No. La discusión fue suficiente. Apenas lleguemos, yo me voy.
  Era triste darse cuenta de que Lila había sido la más perjudicada y ahora ella no querría saber nada con nadie, mucho menos conmigo. Era triste imaginársela a ella, yéndose a la mierda con su valija y sintiéndose mejor en otro sitio. Pero sabíamos de antemano que iba a ser así. Sabíamos eso y mucho más. Sabíamos que Hugo nos haría bajar del coche con nuestras cosas y él arrancaría para irse, también, lejos. Rudy desistiría de la idea de un acuerdo pacífico y se marcharía con Ernesto. Yo, sin embargo, era fuerte. Yo esperaba a quedarme solo.
  La calle, ya pavimentada y llena de autos estacionados nos abofeteó la cara. La ciudad. La población. Realmente existía humanidad más allá de nosotros. Y el grupo, que siempre había sido tan exquisito, se sintió libre. Muy libre. Lo veía en sus caras de fascinación, todas ansiosas por salir Allá Afuera. Todas excepto la mía, claro, que me taladraba la cabeza pensando en el calvario que sería volver a empezar de cero: armarme de planes, proyectos inconcretables. Deambular por otros sitios, conocer gente nueva (no, seguramente lo haría todo solo). Pero iría en busca de otro rumbo. ¿Qué rumbo? –El tuyo, Víctor.
  Estacionamos, nos bajamos, y todo ocurrió mucho más rápido de lo que esperábamos. Excepto por Hugo, que se quedó apoyado contra el auto, con los lentes de sol puestos y un cigarro en la mano. Eso denotaba que no quería hablar con nadie (ni recordar o pensar en nada). Yo crucé la calle y vi al resto huir sin decir adiós. Era mi turno. Mi vejiga suplicaba por un baño así que entré a un barcito. Aproveché y me pedí una hamburguesa. Cuando salí, Hugo ya no estaba. Enfilé para la playa, entonces. Cuando llegué al muelle, me senté sobre un tronquito solitario, lejos de la arena. Intenté completar mi sombra vacía con mate, o la plenitud del mar, pero tenía frío y estaba solo de todos modos. Mi única solución era subirme a un colectivo. En busca de ese rumbo, no importa cuál, ni el de quién; sería el correcto y yo lo haría mío.

19.11.12

San José II

Pensé en decirte algo más que recuerdos insulsos. Pensé en resaltar la importancia del sol, ese día. La falta de sol, en realidad. Por eso mismo era importante, creo. Yo quería que lo fuera, quería eso y quería que el sol estuviera sobre nuestras cabezas. Si bien los minutos transcurren más despacio así, y nos quejaríamos enseguida de cómo se calcinan nuestras pieles; yo quería que todo sea distinto, porque siempre es así, siempre es cambiar, querer lo opuesto. Y también quiero que digas otras cosas, no esas frases que los dos conocemos y que ahora repudio yo sola.
Siempre se quiere lo opuesto.
Yo quería estar con vos, que el sol brille sobre nuestras cabezas, que me digas cosas nuevas y lindas y que por favor, no me dejes.
Quise el milagro.

18.11.12

Neuronas

Tengo literatura bien al fondo del bolsillo
Se mezcló con migas de las ideas viejas;
al rascarme la cabeza como un chimpancé,
¿me cuidás por favor? ¿Me llevás los libros?

Tengo insectos impalpables en el cráneo,
en los muros crecen cuernos,
yo lo sé por el empapelado.
Yo lo sé porque viajo allá seguido,
ellas están locas, pero el médico las ama.

"Esténse así, desnudas, que yo no las miro."
Empapadas en espuma de jabones baratos
los brazos cruzados aferrados a las rodillas.
No quieren ni que espíen,
ni que estén ahí, dormidos.

Ellas están locas, pero el médico les habla.
"Esténse así, limpitas, que ahora viene el remedio."
La queja y el grito como máquinas dañinas.
Qué se le va a hacer... ya es tarde para todo.

Ellas están locas
pero yo soy el médico.
¡Y qué buen médico!

16.11.12

Personajes II y III

"Pay 'em in dollars,
fuck their daughters
and make this country Wonderland."


Phone Call

...what was I supposed to say? 'Hi, I like your tits, call me'? Do you know how bizarre that would've been? Its' all so weird, she knew it... I froze. I'll never do it again... oh wait... I already have... yeah, I walked in last night, you know, June's party... Right, I walked in and saw this girl... I don't know, but she looked so sad; she was leaning to the door and staring at the crowd dance. I saw her and she saw me but... well, then again, I just drooled when I looked at her breast. Why am I so interested in boobs? ...Why am I supposed to say to them? ...The girls, what should I say? I couldn't stay any longer, Hannah called me and I ran to the kitchen... No, we took two beers from the fridge. Then... well, yeah, we fucked. ...In the bathroom. ...No, totally boring! But what was I supposed to do? Fall back? Reject her hands and lips? Hell no, at least I had something... Well, you know Hannah, she's there and then she's gone. Stacey and Jane made my night worth it, though... Fuck reality, they're a dream. A fucking dream come true. Truth sucks by the way.

Cuarto rojizo, cuerpo en llamas.

Roxy se despeinó mientras iban en el auto. El viento, las copas, la cabeza sacudiéndose cuando pasaban una buena canción. Se miró por el espejo y corrió la vista a su izquierda, donde Equis manejaba con una sola mano en el volante, la otra descansaba en el reposo del brazo apoyado en la ventanilla baja. ¿Cuánto falta? pensó, pensó en eso y en un remolino de acciones -inconcretables. Al llegar a la puerta del edificio, Equis abrió la puerta con la llave dorada; subieron por la escalera los tres pisos. Fueron a su casa a beber unas copas más. Ninguno quería otra copa, ninguno pensaba en el presente, sino que ya se materializaban en un futuro vívido y de colores más brillosos. Se materializaban las pupilas dilatadas en pla...
Entraron al cuarto, la copa de más fue un vaso de más y Equis pasó por el baño, dejando a Roxy sola sentada en la cama. Aprovechó para acomodarse el pelo. Colocó el vaso de manera que se sostenga con los muslos y empujó la melena hacia adelante. Luego de revolver, al alzar la cabeza, lo vio a Equis observándola desde el marco de la puerta. Se había puesto más cómodo; el pelo revuelto y la camisa ausente, así la pulsera de cuero artesanal tomaba protagonismo, cruzada con la otra muñeca a la altura del abdomen. Ella lo miró también y los dos pares de ojos se encontraron y se dijeron mil cosas. Él avanzó unos pasos y ella permaneció inmóvil. Frente a frente, se inclinó para besarla y el beso fue más largo que lo planeado; el encuentro de las bocas fue como ver a un grupo de músicos ingresando en el vagón del tren, pero justo en el momento que hay que bajarse. Y una persona comprometida con la causa, se quedaría. Una boca que quiere saborear a otra, se queda haciéndolo, y así había sido. Ela decidió sacar el vaso de entre las piernas, lo sintió tibio y lo colocó en la mesa de luz. Prosiguieron.

13.11.12

Personajes I

-Dale, acercate un poco y amémonos sin parar.
-Esperá un momentito; quién me mandó a mí a ser mandada por vos.
-Vamos, si te encanta.


La preciosidad de las perlas púrpura.

Era linda y se escabullía entre la gente; le gustaba durar lo que un relámpago entre la multitud. Nadie le prestaba atención, pero ella se sentía una estrella. Fugaz, claro. Las manos blancas y limpias, la ropa incómoda pero suya; el calzado ávido para salir corriendo.
Ese día tenía el plan idealizado en el cerebro, el hermoso cerebro que escondía dentro del cráneo. Solitaria, independiente, autónoma. El plan era sencillo; difícil, pero sencillo. Y le encantaba la idea de que saliera mal.
Divisó al blanco. Lo mantuvo a una distancia prudente. Se llenó los pulmones de aire como un pájaro. Caminó hacia la izquierda. El blanco seguía ahí, carcajeaba tapándose la boca con la mano arrugada, las uñas brillosas y los anillos de oro. Ella soltó una sonrisa de semáforo en verde. Aceleró el paso. Llegó a estar a cinco metros. El plan era independiente por sí mismo. Y podía efectuarse por peripecias.
Dio tres pasos atropellados. Cercanía. Olió el perfume a flores del blanco. Se volvió a sonreír y sacudió las manos. Cuatro pasos tranquilos. Aumentó la velocidad. Otro paso. Y otro. Y otro, y otro, y otro y otro y otro, trote, manos listas, girl scout siempre lista, garras limpias, amable, ahora corre, pulmones llenos, manos preparadísimas. La sonrisa, siempre en el rostro.
Ella se había elegido a sí misma por la delicadeza. Y le gustaba ser ella misma. Y hacer de ella misma una persona autónoma.
La mano hábil hizo el trabajo. Se precipitó a arrancar; delicadamente.
No rompió nada, no estropeó nada.
Corrió más rápido aún y fue al refugio. Ahí lo tenía. El blanco ya no era blanco, sino que era gris. Y ahora solamente permanecía soprendido entre gritos burgueses. ¿Pero quién había sido? Nadie la vio, nadie le prestó atención. No la van a atrapar nunca. Al mes siguiente, hizo del collar de perlas, unos cuantos papeles. Que la ayudaron a enterrar la deuda, un poco más.

9.11.12

Sin título V

¿Cómo hacer
para no latir
lo equívoco
lo que duele
dentro y fuera
de la carcasa?

No existe hoy
una ruta fácil
para salir
de la rotonda
que carcome
la esperanza
al punto
de evaporarla.

Y si tuviera el poder
de solucionar
de sanar;
lo haría.

Pero
¿cuál es la solución?
¿cuál es la cura?

Todo se encamina a lo peor
buscando lo mejor.
¿Qué es lo mejor?

Oír las quejas inundadas,
de miedo
de angustia
de sal.

Inundarse uno mismo,
¿qué es 'cambiar' ahora?

Y yo quiero que todo esté bien.
La armonía que nos corresponde,
la paz que merecemos.

¿Qué significa 'que todo esté bien' ahora?

1.11.12

No, yo ya sé

Vos no querés agua que hierve,
vos querés ventanas que den directamente al cielo,
chicas que van al Gaumont en bicicleta,

tras el cristal del parabrisas,
aferrado al volante
deseás haber sido otro.

Vos sos otro, todo el tiempo,
venís, llegás, te vas, volvés,
sos como todos
y todos son otros.

La diferencia es que estás ahí
y estás acá
al tiempo que deseás estar allá
pero sos conmigo y conmigo te vas a quedar.
Al menos un siglo.
Al menos diez años

Al menos por hoy.