7.4.13

rata

Ahora se me ocurrió volverme un cadáver exquisito
que gira entre cuatro o tres personas.
Una de ellas apunta a una idea
el resto se inspira en el paisaje que ve.
Pero la de la idea única,
tiene los ojos cerrados (o quizás es ciega),
entonces se enfoca en lo que más permanece:

una rata, blanquecina, ojos rojos y patas rosadas;
el roedor de su presente,
que se escabulle en cualquier recuerdo
y espacio y tiempo.
Su blancura es lo que sorprende
y todos los pares de ojos van hacia él,
roedor hipnótico, más que cualquier constelación.
En la boca del subte se acumulan mujeres
que no gritan ni patalean cuando lo ven
solamente se obnubilan,
y cualquier tiempo es uno solo,
cualquier espacio,
realidad,
emoción,
es todo una misma cosa.
Es ese momento
de ira condensada
que uno no sabe controlar
y que el mundo proyecta sobre el cuerpo
como una gran lupa
y trae consigo
las quemaduras del silencio
y un dolor
que entumece hasta la última gota
de felicidad ya vencida.

Lo que era pétalo contra la nariz,
ahora es acero contra el cráneo.

Y así sería yo, más o menos,
fracciones de momentos variados
y la rata, aleatoriamente
pellizcando mis días.

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