1.6.12

(IV)

Patricio... uf, dejó de hacer frío. Aproveché ese estado para cambiarme rápido, desayunar té frío y salir al trabajo. Fue increíble, me paseaba con el canasto lleno o vacío, separando la ropa o viéndola girar en la lavadora sin dejar de pensar en él. "Sos una idiota, sos una caradura, Úrsula, tené piedad."
Llegué a las ocho a casa. Ignoré a Paula que me habló de un tal Ramiro y Recoleta y erres varias, fui derecho a la mesa de luz, donde había guardado la carta. Se me ocurrió buscar una hoja y una lapicera. Se me ocurrió nomás. Tenía que dejar todos esos pensamientos en alguna parte.

Pato... Patricio... P......:
¿Cómo te conocí, Patricio? ¿Te conocí, realmente? Ah, fue en esa reunión, Cristian nos juntó a todos en su casa para que lo escuchemos silbar. Ya me acuerdo. Fanático del vino, Patricio. Ibas y venías con la botella por toda la cocina, la dejabas al lado del horno y al rato la volvías a abrazar. Se te ocurrió sentarte al lado mío en el sillón de gamuza marrón.
-Me llamo Patricio.
-Ah...
-Vivo acá, a dos cuadras, para el lado de las vías.
Y siempre fuiste una vía, que los dos costeamos de la mano. ¿Te acordás? Y yo ilusa contesté "ah" sin saber que me ibas a proponer:
-¿Querés venir? Tengo unos VHS re copados.
¿Y quién diría que esos videítos se volverían nuestra adicción cuando afuera llovía sin parar y nosotros nos estupedecíamos de colores sobre la pantalla y besos sobre nuestras pieles?. Mi torso, sobre tu espalda tatuada. Porque la estufa, el caloventor que tenías al pie de la cama siempre-sin-hacer. Los platos sucios, te debés acordar. No, Patricio, cómo nos queríamos, cómo nos peleábamos. 
Patricio... ¿por qué te dejé?, ¿cuándo te dejé? ¿Fue esa nochecita de verano que corrimos en busca de un toldo colorido para sacar fotos, que vos me empujaste y me dijiste 'puta' y yo te dije '¿Qué?' y te hiciste el boludo pero al rato no me hablaste más y yo te pregunté '¿Qué te pasa, idiota?' y vos saltaste con no-sé-qué-cosa, que yo y otro pibe, que sos una zorra pero por favor...? No, no fue esa nochesita, porque al rato estábamos viendo dibujos animados en el comedor de tu casa, comiendo porquerías y expresándonos amor con la boca llena. Entonces, ¿cuándo fue? Me parece que los portazos ocurrieron cuando no sabíamos porqué hacíamos el amor y cuando tomaste ese café hirviendo que me dijiste:
-Falta azúcar.
Y te lo acerqué.
-No... falta azúcar en esto, en nuestro amor.
Y yo me quedé callada. Aunque al rato mascullaste:
-Aunque a decir verdad, ya ni siquiera hay amor.
Porque la noche anterior fuimos a ese bar tan llamativamente oscuro en San Telmo; y te vi, porque te vi (hijodeputa) mirando a esa minita y sonriéndole. Y qué casualidad, que después vos me enganchaste a mí sonriéndole a flaco de la otra mesa y los dos éramos simultáneamente una mentira, un cuaderno anillado del que meses más tarde -si no fue un año- arrancarías una hoja y me escribirías una carta rogándome volver.
Entonces a la mañana siguiente yo busqué una excusa y enojada te mandé a la mierda, agarré el montgomery y cerré la puerta. No dijiste nada. No corriste. Y yo no esperaba nada tuyo. Porque ese flaco de la otra mesa, me invitó a salir. Y no te jodo, la pasé bárbaro. Pero ahora, ¿qué pasa? Querés que vuelva. Querés, eso querés, Patricio. Pero la verdad, es que yo nunca me fui.

Estoy acá.
Úrsula.

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