5.8.12

XIII

Qué sé yo, la vida es tan sencilla... Mi laburo, Paula, mamá. Todo es tan fácil. El amor, el desamor, la lujuria. El ir y venir de pasear en bocas ajenas, bocas que no son correspondidas; las bocas equivocadas, bah. Qué sé yo, Úrsula, dormí un rato, date una ducha, leé un libro. Podés saltar, podés tirarte en el sillón. Podés hablar con tu amiga, Paula, y sus chicos R... Podés ir a visitar a tu mamá, hablar con tu hermano, caminar por la vereda. Podés ser linda, podés arreglarte y salir a una feria. No, no podés. O sí, capaz sí. ¿Qué hacemos al final? ¿Qué se hace cuando podrías hacer muchas cosas, entre ellas 'no hacer nada' y sin embargo... optás por eso que en ningún momento se te cruzó por la cabeza?
No sirvo para estar sola.
"La mujer saluda al horizonte... Fundido en negro... Elenco..."
Fui a la casa de Ariel. Le hablé de muchas cosas. Le dije mil mentiras: que quiero estudiar, cambiar de trabajo, viajar -porquéno-, descansar diferente, hacer alguna disciplina artística. Lo abracé mucho, pero nada más. Fui entendiendo. Tomamos mate, ma-te. Me fui al anochecer.
Ese domingo amanecí tempranísimo. Desayuné dietéticamente, me bañé y esas cosas. Al poco tiempo, almorcé. No me arreglé mucho. No me cargué las expectativas en el bolso. Pero me tomé el bondi igual, y fui a verlo a Xiu.
Eran las cuatro y media, calculé que aparecería con los niños más o menos a esa hora. Calculé mal. Calculé pésimo. No tuve en cuenta la posibilidad de que Xiu no aparezca. Qué sé yo, la vida es tan sencilla, algunas cosas se van de las manos. Algunas se quedan y se humedecen con el tiempo, la transpiración. Y así se estropean. Creo que lo lindo de Xiu, esa vez que me quedé en su casa, fue la espontaneidad. La maravilla oscura, la música, la ocarina, el desorden. Pero algunas cosas se van de las manos. A mí se me pasó el hecho de que la presencia de Xiu sería demasiado efímera. Pero Úrsula es terca. Úrsula no entiende. Úrsula es humana (y es mujer, pero no va al caso, machistas de mierda). Le di otra oportunidad. Lo busqué en el tobogán el viernes a la noche. No estaba. Lo busqué el domingo a la tarde. No estaba. Busqué y fantaseé con esa máscara de lobo a más no poder. Úrsula tiene miedo, vergüenza. Pero también es impulsiva... pero no le gusta quedar como una mochila llena de piedras. Y a todo esto, hay que sumarle lo que equilibra la balanza y revuelve el ser terca y todo eso...: creo que me enamoré de Xiu.
La desesperación a veces es invisible, pero está. La preocupación... ah... es una palabra demasiado grande. Así que mi tiempo nulo lo acumulé ese domingo. Y lo fui a buscar de nuevo. Cinco de la tarde, no estaba ahí. Seis, seis y media. No. Úrsula terca mode on. Fui hasta la puerta azul. Puerta azul. Graffitis pequeños en tinta negra y rosa. Gaseosas volcadas en rincones. Comida chatarra en la persiana de al lado. Paquetes de golosinas, colillas de cigarrillos. Golpeé. Al minuto vi que una minita venía en mi dirección por la calle. Se paró al lado mío. Tocó la puerta también. La minita tenía una pollera larga violeta, unas botas verdes y abrigo tejido. Un bolso cruzado en el medio de las tetas. Pelo largo, despeinado, acomodado así, improvisadamente. Castaño claro, la piel... dios mío, la estaba mirando demasiado.
-¿Buscás a alguien?
-Eh, sí, vine a ver si estaba Xiu.
-¿Quién sos?
-No vivo por acá, pero...-inventá algo, Úrsula-, tengo entendido que Xiu cuida chicos, en la plaza. Yo tengo un hermano, lo traje una vez a la plaza y se divirtió muchísimo, por eso...
Abrió la puerta. Los tatuajes zonzos en los brazos, en el torso. El collarcito macramé. Estaba con las costillas al viento. Se apoyó en el marco de la puerta. La minita se abalanzó contra él, le dio un beso bieeeen profundo. Xiu la dejó pasar por el costado, ella pasó acariciándole la cintura y sonriendo. Él también se sonrió y volvió el rostro hacia mí. La sonrisa se le fue apagando. Me miró fijo. La minita le dijo algo al oído y él "sí, sí". Quedamos él y yo.
-¿Esa es Wykkë?
-¿Qué hacés acá?
-No sé, tenía ganas de verte, pero parece que pensé mal.
-El "no sé" es para alivianar, supongo.
-Me habías dicho que no tenías novia.
-No tengo.
-Tiene pinta de conocerte hace tiempo.
-Es mi prima.
Me reí. Él no cambió la seriedad de su cara. Me tragué la tristeza o eso que sentí que fue horrible. Traté de hacer que desaparezca. Continué con la risa, de una forma sutil.
-Me lo hubieras dicho, yo no tengo problema.
-¿Decirte qué?
-Que estabas saliendo con alguien, que estás en otra. Me lo hubieras dicho desde un principio.
-¿Para qué?
-Para que yo no me ilusionara.
-Pero yo la pasé bien con vos... mirá, es más complicado de lo que parece.
-Entonces prefiero no estar involucrada. Te dejo tranquilo -. Simulé saludo militar -Chau, Xiu.
Atiné a irme. Me agarró del brazo. Me miró (todavía serio), me clavó un beso muy lindo.
-Chau... -me dijo.
Y cerró la puerta azul. Y qué sé yo, lloré. Pero la vida es tan sencilla...

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