7.1.14

Inés

Soy una vieja desgraciada. Me llamo Inés y vivo en Galicia. Las vecinas me odian porque tengo jopo. Los vecinos se pajean pensando en mis dientes rozar con sus glandes. Mi marido se rasca las costillas por debajo de los pectorales caídos mientras yo preparo la cena. Soy agorafóbica excepto cuando soy mujer. Compro el pan lejos de casa porque viene más crocante si es del exterior. Julio me explico que es por el tiempo que tardo en guardarlo en la alacena. Yo a Julio lo adoro. En secreto. Nunca festejé Navidad con mis tíos de Cataluña. Ni pienso hacerlo. Mi madre me bautizó y mi padre fumaba afuera. Cuando vendimos el auto de mis suegros hicimos buen dinero. Se nos fue en manchas de humedad y frutas de estación. El marco de la puerta está podrido al igual que mis hijos. Fernando es un buen tío, su mujer lo malcría. Una vez nos oyó a mi marido y a mí revolcándonos en el cuarto. Después nació Rebeca, la luz de nuestras vidas. Mi marido se llama Ernesto. Y mi vida se llama Sequía. Soy seca. Soy puerta corrediza. Solía tener sueños de columpio, solía tener ruedas que me lleven. El dinero es el impacto, la acción que caracteriza a los leones domadores de hormigas. El dinero es el problema. Yo intenté cien veces y no pude otras mil. Alguna vez soñé con mi muerte y con la de mis seres queridos y no dije nada. Alguna vez jugué con la vida, bebí mis veinte años y usé mis treinta. Tengo el recuerdo de una abuela y su fuerza invertida en los quehaceres. Sus ojos pequeños y talones gordos. Mi marido fue jefe, fue empleado y cadete. Mi marido fue hombre solo y mi fortaleza. Estudié pocas cosas, mis codos supieron estudiar pupitres, mis pies crecer cayos y alguna vez me quemé las pestañas al encender un cigarro. Así quedaron. Al nacer Rebeca, nos mudamos a esta casa. Antes teníamos balcón y tomábamos vino. Fernando con ocho años jugaba a escupir cada vez más lejos. Los hombres con muchos años juegan a tirar su mierda cada vez más lejos. El marco de la ventana está grasciento al igual que mi cuero cabelludo. Mis hijos, tuve hijos. Mi marido es legal. Sin embargo, nada de iglesias, que eso es todo un cuento o lo que yo llamo "un Tío con Corbata".
Julio alguna vez me dejó conocer su lecho. Junto con él, las lágrimas de las historias que no pueden ser calcificando las sábanas sucias. Muchachos grandes, computadoras; Ernesto más perdido que mis sueños de columpio. El hastío. La no-acción. Y así por décadas. Para qué la tintura o la manicuría. La eternidad tiene forma de embudo. Yo tengo forma de muela de juicio. De cualquiera de esas formas, es otro año y mi jopo se va al carajo. Mis manos sostienen firmes todo lo que es nuevo y cargan valijas viejas.
Rebeca es mujer de un Tío con Corbata pero le va bien en Barcelona. Fernando es Tío con Espejos. Su mujer se refleja en un buen diámetro. Es otro año. Es mi ahora. Mi ahora mismo, momento ya, mi nunca siempre nunca (es) tarde. No sé si quiero el dinero, el dinero es un problema. Sólo sé que quiero atravesar ese marco podrido y no verlo nunca más y a la carretera, Inés, que este año y cuaderno y lápiz nuevos son una jaula abierta donde habitará mi mente hasta nuevo aviso.

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